martes, 8 de noviembre de 2011

El vagabundo y el perro.

Esta entrada consta de una pequeña reflexión que fue inspirada, en una de esas largas caminatas que tanto me gusta dar. A cualquiera que entre a este blog, les recomiendo que la lean, expresa un poco mi visión y mi sentir, del mundo en que vivimos.


Hace un par de semanas, en un día frío y gris, me encontraba caminando por una calle empedrada, cuando de pronto; vi apostado contra un muro a un vagabundo, cubriéndose del temporal con una roída cobija. Bajé un poco más la mirada y noté, que junto a él, compartiendo la manta, se encontraba su compañero: un perro.

El hombre pedía unas monedas para sobrevivir el día, a sus pies se encontraba una pequeña lata,  la cual la gente que pasaba no pateaba  de milagro. Por la rúa transitaban hombres vistiendo abrigos caros, chicas perfectamente maquilladas, a la derecha un tour con visitantes rusos se dirigía al otro punto de interés de la ciudad; de una tienda aledaña salía una mujer mayor con una bolsa cargada de joyería  y a unos metros, dándole la espalda al vagabundo,  un turista japonés con su Nikon, tomando fotos.

La gente pasaba, aparentando al menos, que todo andaba bien en su vida; pasaban al lado del hombre, como si este no existiera, como si fuera una piedra más que recubre la calle para ser pisada, como si se tratara de un objeto, inanimado y desagradable.  ¡Cling, clang!  Era el sonido de algunas monedas que rebotaban contra el fondo de esa pequeña lata, a la vez que el hombre hacía una pequeña reverencia y daba las gracias por la caridad. 

Las sensaciones provocadas  por la totalidad de esa representación, fueron  a lo más profundo de mi ser. Compasión, tristeza y frustración se mezclaron en un cóctel de emociones que me invadieron por un largo rato. Compasión por la situación del hombre, tristeza y frustración, por la impotencia de  poder hacer muy poco, o nada, por él.  

Hice lo mejor que podía, arrojar unas monedas a lata, -¡Cling, clang! escuché-  el eco de esas monedas  danzando en  el fondo metálico fue estridente, fue un recordatorio claro de que los privilegiados en numerosas ocasiones, se olvidan de lo que tienen, piensan todo en términos de dinero y como multiplicarlo, se vuelven esclavos del glamour y las riquezas.

Quizá ni siquiera, gocen de una verdadera amistad, y por experiencia propia con los canes; al menos aquel hombre puede presumir que goza de un verdadero amigo, que nunca  va a separarse de su lado así vista harapos, no sea dueño de grandes riquezas y deambule por los helados callejones, buscando sobrevivir. 

3 comentarios:

  1. =(
    Ese es uno de los motivos por los cuales no me gusta la época navideña....todos saben q soy grinch, pero pocos saben porqué.....ese panorama que describes, se da día a día en todas partes del mundo......y efectivamente mientras algunos se regocijan de la ostenticidad con que fueron galardonados en esta vida, otros reflejan el extremo de esa riqueza mal distribuida......y lo más frustrante es que no puedes hacer mucho por cambiar esa situación, porque no tienes un techo que ofrecerle, comida diaria q compartirle y lo único que reconforta la escena es poder brindarle un par de monedas que quizá tampoco serán para saciar el hambre....gracias por recordarnos q debemos ser más humanos y menos interesados en las cosas materiales.

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  2. La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.

    Rabindranath Tagore

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